¿Cuándo empezaste a creértela?

-“ Jess, ¿cuándo dejaste de sentirte como impostora?” – preguntaba al teléfono una voz asustada.

Era mi compañera de equipo de marketing, en el último lugar donde usé gafete corporativo. Nos separaban 7,417 kilómetros y 13 años. Yo fui ella. Temerosa, respirando dudas, operando desde la agotadora energía de “demostrar”.

Whoa, la pregunta me cimbró. Elegí responder en vulnerabilidad.

  • “¡Qué buena pregunta! Uff… Déjame pensar. Haciendo memoria, en marketing, yo creo que hace dos años no tengo esa sensación.No podría decirte un momento específico” – le dije, queriendo recordar.

  • Jess, ¿y cómo le hiciste? ¿cómo se hace para dejar de dudar? – escuché su voz quebrarse en el altavoz.

Anna, no es la única que me lo ha preguntado.

¿Cómo le hiciste para tener confianza?

Te confieso, que no la tengo todoslos días. Dudar es humano, es estratégico. Dicen algunos que las dudas vienen del ego, como si el ego fuera el malo de la película. Difiero respetuosamente. El trabajo del ego/mente es ayudarnos a sobrevivir. Lo hace de maravilla.

Yo digo que la Mente es como nuestro Director de Operaciones. Pero muchas veces, hace el trabajo del CEO (Director General), cuando esa es una asignación para nuestro Espíritu.

Es increíble para muchos enterarse que yo dudé de mis capacidades tanto tiempo. La de promedio perfecto, la que “siempre lo consigue”. Si supieran el diálogo en mi cabeza.

Lo primero que hice, lo que empezó a erosionar la raíz del síndrome del impostor, en mi caso fue la fe. Dejé de temerle a los errores y tomé riesgos medidos. Con cada peligro sorteado, fortalecía mi confianza en encontrar una solución. Corrección, se templaba mi fe en que siempre sucedería lo mejor para el más alto bien de todos los involucrados. Invité a lo divino a participar y a dictarme las respuestas.

No se trata de alardes o soberbias. Es cuestión de ser auténtico, pero de verdad. Me encanta como lo describe Brené Brown. Yo lo traduzco como: ni te achiques ni te esponjes. Reconocer públicamente las áreas en las que aún no tenía maestría, me permitió decir con igual desfachatez en qué soy genial.

Jessica VazquezComentario