365 dias sin cocacola: del apego a la libertad

Hoy, hace 365 días decidí dejar la cocacola light, zero, o cualquier bebida refresqueril.

Honestamente, no fue una decisión basada en la salud.  Bueno, en la salud mental, sí.  De las últimas cosas que mantenía de mis días de la cárcel era la cocalight.  Ufffff el solo sonido de destapar una lata (tsssssss) y sentir el envase helado entre mis manos, y el primer trago azucarado de distracción era mi versión chiquita del cielo.

Hasta que día, me di cuenta que esa, la lata de las 3 de la tarde, ya era mi cuarta lata del día.  Ese día había tomado más de un litro del líquido negro y frío.  Lo peor es que ni me había dado cuenta ¡¡en qué momento!!

Usaba la cocacola light con la excusa de “no tiene calorías”.  Ya sabía yo,  que se trata de una mezcla de químicos horrendos nada saludables para el cuerpo.  Luego me enteré que solo engaña al cuerpo, haciéndole creer que viene azúcar al organismo y como ésta no llega, entonces el cuerpo manda señales de hambre.  Resumen: tomar cocacola-light avispa los antojos.

Toda esa información no era suficiente para activar el cambio.  Mi excusa mental era: “es de mis pocos gustitos, es mi placer culposo”.  Bullshit.

Ese día a las 3 de la tarde me aplastó la verdad: mi destino y bienestar era dictado por una méeendiga latita.    Si no la tenía a mi alcance, me venía ansiedad, inquietud, hacía todo por conseguir una.  La cocacola light dominaba mi vida.

La verdad siempre te libera, pero antes, se siente un poquito de la chingada.

Sí, reconocer que yo era esclava del antojo mental de la cocacola, tan pronto se aparecía una tarea non-grata.  Una cotización, una llamada o una conversación difícil, una actualización de presupuesto y de pronto ¡¡ay, cómo se me antoja una coquita light!!

Voilá.  Esa latita era mi forma de evadir la incomodidad.  En realidad, de posponerla, porque de todos modos, esa llamada, esa cotización estaban ahí.

Y amarrándome mis dos OVARIAS razones, le entré al asunto.  Insisto, no era un tema de salud y la manga del muerto, fue un tema de integridad básica.  ¿Cómo es posible que ese líquido tenga más poder que yo?  Esa fue mi verdadera razón.  Suficiente.

Sé que la manera más fácil y rápida para el cambio, es con ayuda, con soporte y apoyo.  Mi equipo consistió en tres recursos:

  • Ana Arizmendi, de Fácil de Digerir.  Quien me ayudó a explorar la parte química de la dependencia.  Con ella orquesté un plan para liberar a mi cuerpo de la sustancia.
  •  ChocoBuda, el monje budista más accesible y práctico que conozco.  Me apunté al Taller de Navidad Mínima, y a las primeras de cambio, vamos estudiando el tema del DESAPEGO.  Decidí dejarme de hacer pato, y entrarle por los cuernos al apego, en ese entonces, más grande de mi vida.
  •  Walter Riso, con su magnífico libro “Desapegarse sin anestesia”, que me recomendó mi amiga Rebe, de LaScatola.   Sin rodeos y con un lenguaje duro y a la cabeza, sin miramientos y falsa compasión, este autor plantea muchas preguntas y ofrece recursos prácticos para una vida libre.

 

Sí, lo decidí en Diciembre, el mes con más reuniones y compromisos que nunca.  En lugar de esperarme a tenerlo como “propósito de año nuevo”.   Justo cuando muchos me dijeron, mejor tómalo con calma, despacito.  Yo decidí al tercer día de sobriedad, llevármela seguido y quitarme esa sustancia.

Mientras más me diga la gente “es que es muy difícil, uuuuy no se puede”, me dan más ganas de decirles: “Mira y aprende”.  Esa rebelde interior me ha sido de tanta utilidad.

Luego agarré inspiración, al saber de tres personas que habían dejado de fumar. Uffff si ellos pudieron liberarse de esa sustancia, de ese hábito,  ¡¡¡claro que yo también!!!   Hasta los entrevisté y toda la cosa.  Rodearme de gente fuerte,  me entusiasmó.

Como me ha pasado SIEMPRE que decido hacer algo,  que antes estaba lleno de excusas y pretextos, o que mi ego consideraba “muy difícil”, el asunto de liberarme de la cocacola resultó más fácil de lo que pensé.

Me dejó además enormes beneficios adicionales, que ni siquiera sospechaba.  Gané en Ana, a una de mis mejores colegas y amigas.  Me interesé en conocer más del budismo (ya me inscribí al Taller de Hábitos con Chocobuda para el 2014), y me llevo un libro más qué recomendar para mis libertadores.

El mantra de este cambio fue: “Solo por hoy”.  Y así como cuentitas, un día, tras otro, tras otro, suman y hacen un lindo collar de perlas.

Cambiar es cuestión de Claridad y COJONES.

No hay retos pequeñitos, solo mentes pequeñitas.

Hoy, soy más libre que hace un año. ¡SALUD!

#YoSoyLibre

Jessica VazquezComentario